Todavía no lo sabía, pero aquel iba a ser mi último concierto. Por supuesto, nada estaba planeado, simplemente sucedió. De la misma manera que hacía algunos años había empezado y sin que nada aparentemente lo anticipase.
Lo que tampoco sabía es que aquel también iba a ser el inicio de una serie de cambios bastante gordos en mi vida, incluido un (ahora supongo que anecdótico) Atari Game Over con una buena colección de vinilos autoeditados en aquellos años. Todo ello me apartaría de hacer canciones durante una buena temporada. De la música no, la música siempre ha estado ahí.
Si alguna vez has tenido una banda, sabrás lo incómoda que puede resultar la pregunta «¿cuándo vuelves a tocar?», especialmente cuando no tienes ninguna intención de hacerlo. Así es como me he pasado unos cuantos años, respondiendo con un escueto: «cuando la gente deje de preguntar». Porque si, cuando quiero también puedo ser bastante cretino.
Al margen de ello, esa pequeña muestra de cinismo encaja con una realidad de la que solamente ahora soy consciente: la necesidad de empezar de cero. Ha pasado mucho tiempo desde entonces. Y ahora que por fin nadie pregunta es cuando siento de nuevo las ganas de hacer canciones, sin presiones ni condicionantes de ningún tipo.
Pero no solamente yo he cambiado en estos años. El mundo ha cambiado, y sobre todo la tecnología ha cambiado. Aquellas redes que fueron nuestro espacio colectivo entonces, no son ahora más que un agujero de individualismo en el que todo el mundo compite por ver quién es el próximo catapultado al estrellato de la viralidad: las migajas de un pastel en el que siempre ganan los de siempre.
En este contexto, y especialmente desde el lado independiente de la vida, creo que es momento de preguntarse si uno quiere seguir siendo partícipe de todo eso. Mi respuesta es no. No quiero hacer marketing ni saber como funciona el puto algoritmo. Si las copas me las tomo en la calle del Sol, no veo por qué en internet me las iba a tomar en Cañadío…
Lo que quiero es pasármelo bien con mis sintetizadores, hacer canciones, compartirlas con mis amigos y con todo aquel a quien le interesen, volver a la cercanía y a lo colectivo. Estoy plenamente convencido de que todo ello puede hacerse al margen de ese internet. Por eso a modo de diario he creado este espacio en el que escribiré sobre todo ese proceso. De eso es de lo que va Galerías Preciados.
Hace poco estuve hablando de ello con mi colega Curro. El sigue pensando que esto es el equivalente a pegarse un tiro en el pie. Puede que tenga razón, pero también lo fue hace algunos años prestarle un banjo y oye: aquel concierto nos quedó de puta madre.
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